Sunday, August 17, 2014

EL MISTERIO DE LOS APUS, por Alfonsina Barrionuevo

domingo, 17 de agosto de 2014, diario El comercio,  Peru.

EL MISTERIO DE LOS APUS       

Los Apus me buscaron desde mi niñez y no lo supe hasta 1996 cuando Ciprián Amézquita quiso llevar a Kukuli a la “mesa” de Mario Cama, altomisayoq de Q’atqa, Cusco. En principio yo no iba a ir pero todo se arregló de tal forma que viajé un sábado para regresar el próximo lunes. Creí que no los vería.

Kukuli tenía programado su viaje para el viernes. Yo llegaría al día siguiente a las siete de la mañana. El despegue del avión se retrasó por la neblina y llegué a las nueve. Kukuli ya salía a buscar caramelos granizo y galletas estrella ¿Dónde se vendían? Los Apus ya se habían ido. Debía volver el lunes pero mi vuelo estaba reservado para las siete de la mañana de ese día. Tenía que trabajar. Los domingos Cama descansaba y los Apus se iban al cielo para dar cuenta Dios de lo que habían hecho durante la semana. No los vería.

Para mí eran un misterio. Los Apus son los cerros y nevados. ¿Sería cierto que podían hablar como la gente?
 Hacía tiempo que me habían comentado de “los papitos” y de “los ángeles”. ¿Qué eran unos y otros? No les había prestado mucha atención. Entonces ya estaba en las vísperas porque Amézquita consiguió que el altomisayoq y ellos me recibieran con exclusividad.

Poco a poco comencé a recordar hechos extraños. En una comisión periodística en Huancavelica sentí que si los cerros querían romper los cristales del balcón de mi dormitorio en el hotel para entrar. Su energía era tan fuerte que sentí temor. Qué tal si lo hacían?.

En Huancavelica me contaron de un cerro que tenía dos manantiales. Uno caliente de color rojo. como un ojo de sangre. Otro frío,  con cristales de agua donde se reflejaba la luz. Si alguien trataba de subir al cerro sin pagar se cansaba y no podía llegar a su cima. El cerro se trepaba sobre sus espaldas. ¿Cómo se le pagaba? Lo sabría mucho después.

En mi libro “Hablando con los Apus” cuento nuestro encuentro. Si pueden no dejen de leerlo. Está en las librerías.      
  


RIMAQ: EL ORACULO DE LOS LIMEÑOS
         
Aún se dice que Lima es la “ciudad del río hablador”, por aquello de que rimaq en qechwa quiere decir “el que habla”. Pero, este es un error. Basta verlo para apreciar que es un río que habla poco. Débil en los meses de invierno,  bullicioso cuando engrosa sus caudales en verano, ha sido siempre un río más o menos  tranquilo, sin rocas ocultas donde pudieran chocar sus aguas, sin caprichos ni gran temperamento. Río recogido en el claustro de su cauce donde muy pocas veces murmura.
Cuando llegaron los españoles el Rímac era un río de agua dulce, de remansos, maternal en cierto modo, cargado de abundantes camarones y peces, que en la lengua nativa recibía más bien el nombre de mamaqmayu por los carrizales de este nombre que aún abundan en sus orillas cuenca arriba. Ellos, por dificultades de pronunciación, le quitaron la “r” inicial y comenzaron a llamar al valle limaq, por estar la ciudad que fundó Francisco Pizarro en sus orillas y después acabaron con la cola, dejándolo en Lima como hoy se conoce.

En 1586, cuando el corregidor Diego Dávila Briceño, redujo los doscientos pueblos pequeños que había en toda la región a sólo 39, los ubicó en los lugares que le parecieron más aparentes. Los nuevos pueblos integraron cinco repartimientos. El cuarto, fue el de Chaklla que tuvo como asiento las riberas de los ríos Mamaqmayu y Chaklla.
El nombre de Lima no tiene, pues, relación con el río cuya verdadera nominación fue ignorada. Su origen estaría unido más bien a la magia y la leyenda de una wank’a, “piedra sagrada” de forma aparentemente redonda que decía oráculos en el valle en épocas lejanas. Este era el oráculo, el famoso rimaq, esto es, “el que habla”, que según los cronistas de la conquista respondía a cuantas preguntas le hacían diciendo a unos y otros lo que debía hacer o lo que  iba a suceder.

Esta wank’a fue muy respetada por los pueblos de la costa y aún de la sierra y la selva, que escuchaban con respeto su palabra profética. Tanto prestigio tuvo y se hacían tantas lenguas sobre su poder que hasta los Inkas, reconociendo  sus cualidades de videncia hicieron un pacto con sus pacíficos kurakas o reyezuelos, en lugar de tomar la región por las armas. El general Qhapaq Yupanki, hermano del Inka Pachakuteq, entró en el valle no sólo como amigo sino en condición de aliado ofreciendo a sus pobladores incluir a la piedra que hablaba entre sus protectores a cambio de que sus habitantes consideraran en correspondencia como padre al Sol, “que por sus beneficios, su hermosura y resplandor, merecía también formar parte de su familia.”

Según se dice el primer miembro de la nobleza que recurrió al oráculo en busca de consejo fue el príncipe heredero Inka Yupanki, quien le preguntó si tendría éxito en la conquista del señorío chimu. La wank’a contesto que volvería victorioso lo cual le holgó enormemente.
Hasta la fecha no se sabe dónde estuvo. La estudiosa María Rostworowski dice que tal vez tuvo su asiento en lo que hoy son los Barrios Altos. El tradicionista Ricardo Palma observó que en una de sus calles hay una piedra horadada  que sobresale de una acera y la relacionó con el diablo que huyó por allí cuando se acercaba la procesión del Santísimo y no tenía cómo desaparecer. En realidad puede ser la parte superior de un intiwatana o altar solar que puede ser rescatado.

Parece también que en alguno de los lugares sagrados de los antiguos limeños estuvo un tronco de lúkumo diestramente tallado con dos personajes, hombre y mujer como en el Obelisco Tello chavin. Habría sido un conector de los que usaban para que la tierra hiciera contacto con el cosmos energizando el valle. Al arribar Pizarro fue trasladado a Pachakamaq, la gran ciudad santuario de barro y piedra.

Al parecer no es el mismo que describe el cronista español Miguel de Estete como “una horrible figura de palo que estaba en una habitación oscura, hedionda, por las sustancias resinosas que allí se echaban, la grasa que se había quemado y la sangre en descomposición de las víctimas de los sacrificios (no necesariamente humanas). Estete escribe que su capitán, Hernando Pizarro, lo arrojó temerariamente al suelo y que nadie protestó, como si hubiera perdido todo su poder. Muy lógico si se tiene en cuesta que tenía otra función diferente a los ídolos de Occidente.

De hecho este personaje doble, masculino y femenino no es el legendario rimaq.  El tronco tallado está en el museo de sitio de Pachakamaq, en una sala especial, protegido del mal tiempo y el polvo. También es una reliquia del siglo dieciséis la puertecilla de conchas que daba acceso a la habitación donde habría estado según Estete.
De acuerdo a las investigaciones de las últimas décadas sobre la cosmovisión andina están comenzando a cambiar una serie de interpretaciones acerca de cómo funciona  el mundo andino en una tetralogía. Hanaq Pacha, el cielo o cosmos; Kay Pacha, la tierra en que vivimos; Ukhu Pacha, la tierra de adentro y Tukuy Pacha, todo.  

En esta parte de América no existieron dioses como en el resto del mundo. Los peruanos milenarios tuvieron un estrecho contacto con la naturaleza y consideraron a sus elementos como parte de una gran familia en la cual ellos estaban incluídos. Hasta ahora en las comunidades campesinas se sigue tratando a la tierra, Pachamama, como una madre que alimenta a sus hijos; al sol, Apu Inti, como un padre que calienta sus huesos y los hace fuertes; a la luna, mama Killa, como una madre cósmica responsable de las mareas y otros fenómenos; al mar como Mamaqocha; a los cerros como los Apus, entes tutelares y así hasta la piedra, Mamaqaqa.  

          Alfonsina Barrionuevo

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